Explicaciones fáciles para conocer la Iglesia Católica Apostólica Romana
Continuamos en esta lección con el tema de agradecerle a Dios.
Ya aprendimos cuatro partes de la oración: decirle a Jesús que confiamos en Él, que lo adoramos, que lo queremos y que le agradecemos.
Y ahora llega el turno de pensar cuales son las cosas por las que podemos decirle gracias
A veces cuando vamos orar no sabemos que agradecerle, o decimos gracias por dos o tres cosas, siempre las mismas, pero hay mucho por lo cual le podemos agradecer:
El primer motivo, el más importante, es darle las gracias por su existencia, es decir por Dios mismo que nos asegura la justicia y el orden en el mundo, pues si Dios no existiera nada existiría.
El segundo motivo por el cual le debemos agradecer, es su amor infinito y misericordioso, que se manifiesta en la presencia del Señor en la Eucaristía para no dejarnos solos ante los contratiempos de la vida.
El amor de Dios es tal que nos perdona cuando estamos arrepentidos y nos confesamos, y no anda echando en cara, contando o recordando los pecados que cometemos.
El amor de Dios es tan grande que siempre nos da una nueva oportunidad llegando al extremo de sacrificarse en la Cruz por nosotros.
También debemos darle gracias por su mamá, la Virgen María, que nos la regaló como madre nuestra y como intercesora por nosotros.
Y también por la Iglesia, pues sin ella no hubiéramos podido conocer las enseñanzas de Jesús ni tampoco recibir ninguno de los Sacramentos.
La familia: El apoyo, el amor y la compañía que encontramos en nuestros seres queridos.
La salud: La capacidad de vivir la vida plenamente y disfrutar de cada día.
La posibilidad de estudiar: La oportunidad de aprender y crecer en conocimiento y sabiduría.
Los amigos: Las personas con las que compartimos momentos, risas y apoyo emocional.
El hogar: El lugar donde encontramos refugio, seguridad y amor.
El alimento de cada día: La provisión diaria que nos sustenta y nos da fuerza.
La justicia: La búsqueda de la equidad, que nos ayuda a vivir en un mundo más justo.
Su Encarnación: El acto divino de Dios haciéndose humano para estar con nosotros.
Sus enseñanzas: Los principios y lecciones que guían nuestra vida y nos muestran el camino correcto.
Su pasión y muerte: El sacrificio que hizo por amor a la humanidad, demostrando un amor incondicional.
Su resurrección: La esperanza de vida eterna y la victoria sobre la muerte.
Su omnipotencia: La asombrosa capacidad de Dios para hacer todo lo que desee.
Su providencia: La manera en que cuida de nosotros y provee para nuestras necesidades.
La Eucaristía: El regalo de su presencia a través del sacramento que nos une a Él y entre nosotros.
Los sacramentos: Los medios de gracia que nos ayudan a crecer en nuestra fe y relación con Dios.
El Espíritu Santo: La guía y la fuerza que recibimos para vivir nuestra fe diariamente.
La Gracia: El regalo inmerecido de Dios que nos permite ser transformados y reconciliados con Él.
Los dones que nos concede: Las virtudes y talentos especiales que nos son concedidos para el servicio y el bien común.
La paz interior: La tranquilidad que encontramos en momentos de oración y reflexión.
La belleza de la creación: La naturaleza y el mundo que nos rodea, que nos permiten disfrutar de paisajes, colores y formas que son un reflejo de la creatividad divina.
Y muchísimas, muchísimas cosas más, que si Dios no nos las hubiera dado, la vida sería muchísimo más difícil
Enseñarle al niño a que a la noche agradezca cada día de la semana dos cosas diferentes, la primera que tenga que ver con Dios y la segunda con lo material o personal
Con este sencillo método en una semana ya tiene para agradecer catorce cosas diferentes.
Hoy es
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