LA VISITA DE LOS REYES MAGOS AL NIÑO JESÚS Al tiempo de nacer el Salvador, una estrella extraordinaria se apareció en Oriente. Unos príncipes, conocidos co...
Obviamente, si Jesús está en el prójimo, tal como vimos en la lección pasada, Jesús está también en cada uno de nosotros, en nuestra conciencia.
Cristo está en nosotros, pero no en forma pasiva, sino que nos habla, o por lo menos nos quiere hablar y que nosotros lo escuchemos.
Jesús, estando en nosotros, ilumina nuestra conciencia, diciéndonos lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer.
La voz de Nuestro Señor la podemos reconocer fácilmente porque es una voz que nos da paz, resuena en nuestro interior y está siempre acompañada por signos característicos que nos permiten identificarla y distinguirla de las voces del mundo.
La voz de Jesús en nuestra conciencia es una voz que nos habla de amor, de perdón, de generosidad, de reconciliación y de esperanza, y no está nunca en oposición con la voz de Jesús que habla a través de la jerarquía o a través del Evangelio, pues Jesús no puede contradecirse.
Su voz nos ayuda a discernir qué debemos hacer, teniendo en cuenta lo que ese mismo Jesús nos ha enseñado a través de la jerarquía y de la Palabra.
A esa voz interior de la conciencia le debemos obediencia, pues cuando la conciencia es fiel a lo que enseña la Iglesia y está rectamente formada, es la norma suprema de moralidad.
Pero es muy difícil escuchar la voz de Dios si estamos escuchando y obedeciendo a las voces del mundo. Por eso, para poder oírla debemos hacer silencio en nuestro interior, algo que nos va a permitir hablar con Dios y escucharlo.
Hacer oración no es otra cosa más que dialogar con Dios -hablar y escuchar al Señor- en un marco de silencio interior.
La oración nos permite saber qué quiere Dios de nosotros, alimentando nuestra conciencia para que luego ésta nos pueda decir, de parte del Señor, lo que Él quiere de nosotros.
Hacer oración todos los días, aunque sea unos pocos minutos, pero no sólo para para hablarle o pedirle a Dios, sino que para escucharle y preguntarle qué quiere de nosotros.
Jesús en medio de los discípulos
FIABILIDAD DEL CONTENIDO
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