LA VISITA DE LOS REYES MAGOS AL NIÑO JESÚS Al tiempo de nacer el Salvador, una estrella extraordinaria se apareció en Oriente. Unos príncipes, conocidos co...
En la lección anterior vimos que Jesús superó la ley moral antigua y lo hizo porque no se conformó con los mínimos.
Cristo no se conformó con solamente no hacer el mal, sino que en cambio hizo siempre el bien, amó, y nos enseñó a hacerlo.
Pero, ¿de qué modo amó Jesús? ¿Es posible establecer puntos concretos como si fueran los mandamientos para poder saber qué debemos hacer para imitar a Cristo?
La moral del Antiguo Testamento, que queda desmenuzada en los diez mandamientos, está resumida en no hacer el mal.
De ellos aprendemos que no debo hacerle al otro lo que no me gustaría que me hicieran a mí.
Este es el importantísimo primer paso que debemos cumplir antes de comenzar con la imitación de Cristo propiamente dicha.
De hecho, esta norma moral debería servir como base para todos los hombres, creyentes o no y sea cual sea la religión a la que pertenezcan.
Para apoyar el cumplimiento de esta básica norma moral, Cristo no dudó en poner de fondo una advertencia:
"Lo que hagas con el prójimo, te lo harán a ti."
Si eres un ladrón, un mentiroso, un egoísta, más que seguro te lo devolverán y tarde o temprano pagarás por ello.
Tienes que ser consciente que no se puede ir por la vida engañando, haciendo daño o abusando del otro sin que en algún momento las consecuencias de tus actos te alcancen, obviamente en forma negativa.
Pero felizmente, también debes ser consciente que si has obrado bien, habrá una consecuencia positiva para ti.
Siempre en la vida, tanto si has obrado bien como si has obrado mal, todo tendrá una consecuencia para ti, en la actualidad o en el futuro.
Finalmente, la moral del Nuevo Testamento amplía el principio ético de no hacer el mal que no te gustaría que te hicieran, completándolo con otro, que ya es específicamente cristiano:
"Haz el bien que sí te gustaría que te hicieran."
Este compromiso con el bienestar ajeno va más allá de simplemente actuar de manera ética; invita a cada uno a reflexionar acerca de las necesidades del prójimo. La empatía se convierte en un valor fundamental, y al inclinarnos a ayudar a quienes nos rodean, creamos una comunidad más solidaria y compasiva.
La moral del Nuevo Testamento también enfatiza la importancia de la humildad en nuestras interacciones. En un mundo a menudo dominado por el egoísmo y la competencia, reconocer nuestras propias limitaciones y actuar desde una posición de servicio puede transformar nuestras relaciones y promover el respeto mutuo.
Finalmente, se nos recuerda que el amor debe ser la motivación detrás de nuestras acciones. No basta con hacer el bien si no hay sinceridad en el corazón. El amor genuino al prójimo inspira actos de bondad que trascienden las expectativas y dejan una huella positiva en el mundo.
Siempre en algún momento el bien que has hecho te será devuelto y si felizmente no has hecho el mal las consecuencias no caerán sobre ti.
Por eso debes pedirle todos los días a Jesús a que te ayude a tener siempre presente que no debes hacer lo que no te gustaría que te hicieran y debes hacer siempre lo que sí te gustaría que te hicieran.
En qué consiste imitar a Jesús y hacer el bien: La motivación religiosa
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