LA VISITA DE LOS REYES MAGOS AL NIÑO JESÚS Al tiempo de nacer el Salvador, una estrella extraordinaria se apareció en Oriente. Unos príncipes, conocidos co...
La muerte de una persona consiste en la separación del alma y del cuerpo. Como el cuerpo es mortal, va a desaparecer y se va a convertir en polvo o ceniza, según sea sepultado o cremado.
En cambio, el alma es inmortal, es decir, no muere nunca. Al morir, el alma se presentará a juicio y entonces se decidirá el destino de la misma: el que muere en pecado mortal irá al infierno y el que muere sin ningún pecado podrá ir directamente al Cielo o previamente al Cielo.
El Cielo es el premio eterno que Dios le brinda a todos aquellos que le aman y le sirven.
Cuando llegue nuestro momento de estar en el Cielo, podremos gozar eternamente de la vista de Dios y de todo bien. Allí no se sufre el mal, el sufrimiento ni el dolor porque no existen.
Todos aquellos que durante su vida han hecho mérito para poder ganarse el Cielo que Dios ofrece, es decir, los buenos, van a estar en el Cielo eternamente, o sea para siempre, pues en el Cielo no existe la muerte.
Para poder estar en presencia de Dios, debemos estar inmaculados de alma y espíritu, pero no todas las personas mueren en ese estado, por eso Dios nos dio la posibilidad de limpiarnos en el Purgatorio.
Cuando pecamos, abrimos una herida en nuestra alma. Cuando nos confesamos con un verdadero arrepentimiento, esa herida cierra completamente, pero queda una pequeña cicatriz. Cuando morimos, si tenemos muchas cicatrices en el alma, debemos quitarlas, por eso vamos primero al Purgatorio. De este modo podremos limpiarlas completamente para luego poder ponernos en presencia de Jesús.
El infierno es un castigo eterno. Allí van todos los que fueron malos en su vida, es decir, los que no amaron ni sirvieron a Dios en forma voluntaria; es decir, que lo conocieron, sabían de Él, pero lo rechazaron.
En el infierno se sufre la privación de la vista de Dios, el tormento del fuego y todo mal. Allí no hay alegría, felicidad ni gozo. Los malos no tienen forma de salir del infierno; es decir, estarán allí por toda la eternidad, pues el arrepentimiento sólo es útil cuando estamos vivos.
Siempre que estemos arrepentidos con corazón sincero, así sea en el último segundo de nuestras vidas, tenemos posibilidades de ir al Cielo, pero lamentablemente si no hay arrepentimiento en vida, luego de muertos ya no podemos pedir perdón.
El destino del alma después de la muerte depende de las decisiones que tomamos en vida, en nuestras acciones, y en nuestra relación con Dios. La importancia de vivir de acuerdo a Su voluntad y arrepentirse por nuestros pecados es fundamental para alcanzar la salvación.
La esperanza en el Cielo nos motiva a vivir con amor y haciendo el bien a los demás. Debemos recordar que nuestras acciones tienen un impacto eterno y que Dios nos espera con los brazos abiertos si elegimos seguir Su camino.
Tu propósito semanal es reflexionar sobre cómo estás viviendo tu fe diariamente y qué cambios podrías hacer para estar más cerca de Dios.
Considera realizar un acto de bondad hacia alguien, compartir un momento de oración, o confesarte si has cometido errores. Estos actos no solo son una forma de acercarte a Dios, sino también de llevar esperanza a los demás.
FIABILIDAD DEL CONTENIDO
Todas las lecciones de "Catequesis para niños católicos" están fielmente basadas en el Catecismo de la Iglesia Católica y en libros de autores reconocidos por la Iglesia Católica Apostólica Romana. Si bien yo lo redacto, nada es idea u opinión mía
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