LA VISITA DE LOS REYES MAGOS AL NIÑO JESÚS Al tiempo de nacer el Salvador, una estrella extraordinaria se apareció en Oriente. Unos príncipes, conocidos co...
Las enseñanzas de Jesús son importantes e imprescindibles porque son enseñanzas divinas, no son enseñanzas o preceptos humanos ni razonamientos filosóficos.
No son las enseñanzas de un gran maestro, de un gran santo o de un hombre muy inteligente o muy espiritual o muy culto, que por más que sepa mucho no deja de ser limitado como cualquier otro hombre.
Las enseñanzas de Jesús son las enseñanzas de Dios.
En la lección anterior aprendimos que Cristo nos enseñó algo que es esencial sobre Dios: es uno y trino a la vez.
También nos enseñó que esa debe ser la norma que oriente nuestras relaciones con los demás, buscando siempre la unidad pero sin despersonalizar al otro.
Pero Él también nos enseñó que era Dios y que era la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Nos enseñó sobre Dios y sí mismo que Dios es amor y que el bien nunca se deja vencer por el mal.
El bien es Dios mismo, y por lo tanto, por ser Dios, siempre tiene la última palabra, como sucedió con la resurrección después de la muerte de Cristo.
Jesucristo también nos enseñó que Él se había hecho hombre para salvar al hombre tanto sea de las consecuencias que le trajo el hecho de desobedecer a Dios con el pecado original como por los sucesivos pecados que cometieron todos los hombres.
Es decir, que Jesús personalmente nos enseñó no sólo que Él era Dios y que Dios es amor, sino que ese amor divino se manifiesta en entrega a favor del hombre.
Y esa entrega de sí mismo llega al máximo con su muerte en la Cruz, para que su sangre nos redima de nuestros pecados.
Por eso es importante saber que es el propio Cristo el que nos da estas enseñanzas esenciales no sólo sobre Dios sino también sobre sí mismo: Jesús es verdadero Dios y se ha hecho hombre porque ama al hombre y lo quiere salvar.
Cristo es mi redentor, mi Señor, mi salvador, el que me cuida, el que me enseña, el que me da la vida eterna, el que me ayuda a superar mis defectos y mis dificultades.
Agradecerle a Dios por todo lo que ha hecho y por todo lo que Él es para nosotros entregándole nuestro corazón, intentando obrar siempre bien para agradarle, hacerlo feliz y no ofenderle, colaborando con Él para la redención de los hombres.
Darle gracias a Dios por Cristo.
Darle gracias a Cristo por lo que nos enseña sobre Dios y sobre Él mismo.
Dios y los cambios de las enseñanzas morales del Antiguo Testamento
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