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En la lección anterior expliqué que Jesús está realmente vivo en la Eucaristía.
Ahora voy a explicar cuáles son los beneficios que recibimos los católicos cuando comulgamos.
Como sucede con el resto de los sacramentos, en la Eucaristía Jesús nos transmite un don específico, una gracia.
En el sacramento del Bautismo, a través del agua, nos limpiamos de la suciedad de nuestros pecados y del pecado original.
El agua es la materia del sacramento del Bautismo y es la que nos da vida.
En cambio, en la Eucaristía, Jesús elige como materia los dos alimentos fundamentales de Israel: el pan realizado con el trigo y el vino realizado con la vid.
No podemos vivir sin comer y sin beber, y necesitamos de los alimentos para poder tener fuerzas y energías.
Con la Eucaristía sucede lo mismo: necesitamos de ella para tener fuerzas y energías para poder evitar el mal y poder hacer el bien.
De este modo, Cristo entra en nosotros, convertido en comida y bebida de salvación a través de las materias del pan y el vino.
La Eucaristía no sólo nos da energía, sino que también nos da otros beneficios: ayuda, consuelo y alivio.
Es Cristo mismo, en persona, que nos consuela en caso de que estemos mal y nos ayuda en nuestro camino hacia la santidad.
Jesús dijo, tal como podemos leer en San Mateo 11, 28-30:
"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré."
Y esa promesa la cumple en la Eucaristía.
Cuando comulgamos, si tenemos fe y creemos que Jesús está allí, en la hostia y en el cáliz, nuestro corazón y nuestro espíritu cambian completamente.
La carga de nuestros problemas disminuye, y hasta pueden desaparecer completamente.
El alma se siente completa, mimada, querida y cuidada, pero para sentir esto es indispensable estar atentos y conscientes de lo que estamos haciendo.
Si terminamos de comulgar y volvemos a nuestro banco a charlar con el de al lado, o nos ponemos a pensar en cualquier cosa y no le damos ni el más mínimo valor al hecho de que Jesús acababa de entrar en nuestro cuerpo para ayudarnos, obviamente nada de lo que dije antes va a suceder.
Nunca pierdas la oportunidad de comulgar, pero si te sentís triste o mal, es lo mejor que podés hacer para encontrar toda la ayuda que necesitás.
Comulgar con mucha atención y siendo conscientes de que lo que nuestro cuerpo va a recibir es al mismo Cristo vivo para consolarnos y darnos fuerza
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