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Al afirmar "el perdón de los pecados" en el Credo, reconocemos el inmenso regalo de la misericordia divina que se manifiesta a través de la Iglesia.
La capacidad de perdonar los pecados es fundamental para nuestra fe, ya que a través de los sacramentos del Bautismo y la Reconciliación, tenemos la oportunidad de recibir la gracia y la sanación de nuestros errores. Este acto de perdón, ofrecido en nombre de Jesucristo, nos recuerda que su amor es más grande que nuestras faltas y que siempre hay un camino de regreso a Él.
El perdón de los pecados significa que la Iglesia puede perdonar todos los pecados.
Los pecados quedan perdonados a través de estos sacramentos: el Bautismo y la Reconciliación.
El sacramento del Bautismo borra el pecado original, y el sacramento de la Reconciliación, es decir la confesión realizada con un sacerdote, borra los pecados actuales, o sea los que cometemos nosotros mismos.
Si bien nos confesamos con un sacerdote, debemos tener siempre presente que el perdón lo da Jesucristo. Por lo tanto cuando nos confesamos al que le pedimos perdón es a Jesús, no al sacerdote. Éste es sólo un intermediario entre Jesús y el penitente, es decir la persona que se está confesando.
La resurrección de los muertos (antes se decía de la carne) significa que todos los hombres resucitarán el día del juicio universal.
De esta manera después del juicio universal los buenos en cuerpo y alma irán al cielo, mientras que los malos irán al infierno en cuerpo y alma.
Así, tal como Jesucristo resucitó de entre los muertos y tiene vida eterna, los hombres también resucitarán.
Luego de resucitar en el día del fin del mundo, serán juzgados por nuestro Señor Jesucristo.
Cuando resucitemos el alma se volverá a unir con nuestro cuerpo, y esto le sucederá a todos los hombres, hayan sido justos o injustos, pues la diferencia está solamente en el destino final de cada uno de ellos, es decir, el Cielo o el infierno, o sea la Gloria o la eterna condenación.
Esta semana, reflexiona sobre la afirmación del Credo que dice "el perdón de los pecados". Considera una forma en la que puedas practicar el perdón en tu vida diaria, ya sea perdonando a alguien que te haya hecho daño o pidiendo perdón a alguien a quien hayas ofendido.
Además, si tienes la oportunidad, busca confesar tus pecados en el sacramento de la Reconciliación, entendiendo que este acto de humildad te acerca más a Jesucristo. Comparte tus experiencias y reflexiones sobre la importancia del perdón con amigos o familiares, fomentando así una cultura de reconciliación y amor.
Continuación de la explicación del Credo corto: Artículo 12, el último
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